
En este número
Editorial.
Desde la presidencia.
- PREMIO FEATF DE INVESTIGACIÓN 2020. “Terapia familiar sistémica y terapia de aceptación y compromiso en la problemática familiar asociada a psicopatología”.
Elisabet Casellas, Judit Clemente-Vázquez, Clàudia Rosalén-Vila, David Almenta, Joan Trujols, José Soriano
- PREMIO FEATF DE INVESTIGACIÓN 2020. “Repercusiones psicológicas en la familia adolescente ante la enfermedad alérgica”.
Marián Pérez-Marín, Laura Lacomba-Trejo, Selene Valero-Moreno, Inmaculada Montoya-Castilla
- Diversidad familiar y desarrollo psicológico.
Enrique B. Arranz Freijo, Florencia Barreto Zarza, Patricia Macia Guerrero
Monográfico: “Familias, infancia y adolescencia”.
- Introducción al monográfico
Roberto Antón
- Despertando héroes y heroínas. La esperanza en acción con adolescentes en situación “riesgo”.
Antonio Medina Machín
- La terapia familiar de las relaciones parentofiliales y filioparentales. Mentalizando a los hijos, mentalizando a los padres.
Carlos Lamas Peris, Ana Alonso Rosell, Sergi Andreu Gelabert, Inés Ricote Muñoz
- Semejanzas, distinciones y creencias disfuncionales en los meta contextos donde la infancia está presente.
Joana Alegret
- Apuntes sobre familias en el proceso de transición de género.
Carlos Álvarez García, Gemma Rodríguez Carnero
- Apoio à coparentalidade em situações de divórcio
Madalena Alarcão
- Adoção por casais do mesmo sexo: Lentes cruzadas de profissionais e adotantes.
Margarida Rangel Henriques, Carolina Pezzoni e Jorge Gato
Y más...
- Estudio sobre la aplicación práctica del modelo de resistencia no violenta en violencia filio-parental.
Diana Soldevilla Santander
Editorial
Niños y adolescentes siguen ocupando un lugar central en la reflexión y las buenas prácticas sistémicas, acaso porque todo nos lleva a pensar que el buen hacer con unos y otros está inextricablemente ligado a nuestro futuro como sociedad humana y compasiva. Y ello porque el adolescente es el proyecto de vida con que iniciamos nuestra andadura, pero lo es en toda su pasión y, por tanto, con todas sus virtudes y sus inevitables sesgos y exageraciones. Lo que hoy somos se lo debemos, en buena medida, a las energías que dejó en nosotros aquel proyecto formativo y vital que fuera nuestra adolescencia. Por tanto, nada tan necesario como volver la mirada a estas etapas precoces, a partir de las cuales se gestaron salvaciones y destinos.
Son numerosos los autores de prestigio que nos incitan a que miremos y escuchemos a los niños; y, en su prolongación, también a los adolescentes. Preventivamente, el trabajo en estas edades es fundamental, y los profesionales tenemos la obligación moral y laboral de ocuparnos de las infancias desdichadas, de aquellos niños y niñas que no han tenido la suerte de contar con progenitores suficientemente buenos en el ejercicio de su parentalidad. No se trata, creo, de buscar culpables, pero sí de atender a la responsabilidad que todo ello presupone. Pequeños maltratados, negligidos, desatendidos en sus necesidades básicas de nutrición relacional, valoración y cuidado, tienen altas posibilidades de acabar siendo, si no se interviene preventivamente sobre esta realidad de des[1]cuido y abandono, adultos malheridos y gravemente perturbados.
Nuestra responsabilidad como adultos, pero también como profesionales, es elevada. Como señala con acierto Joana Alegret en uno de los artículos que publicamos en este número, la necesidad de continuar la formación es una exigencia ineludible. Para cuidar y, también, para cuidarse. Se trata a menudo de 5 profesionales muy implicados, a veces trabajando en condiciones precarias, con numerosos casos que atender, y de gran complejidad. Profesionales que saben que el acogimiento, por sí mismo, no es la solución de algunas de estas situaciones; como tampoco lo es, por si sola, la psicoterapia. La sinergia de las intervenciones se hace aquí imprescindible: trabajar juntos para trabajar mejor, pero también para compartir angustias y, por qué no, momentos gozosos, cuando se abre poco a poco la salud y la esperanza en el horizonte existencial de cualquier niño o adolescente.
Tengo la suerte de supervisar a algunos equipos que trabajan con la infancia y debo confesar que pocas veces he visto tanta entrega y vocación, tanta compasión y cuidado, tantas ganas de destacar las competencias más que de fijarse en las desventajas de los sistemas de pertenencia, como la que traslucen es[1]tos profesionales en sus intervenciones. La mirada sistémico relacional ayuda no poco en potenciar estos aspectos, pero sin su buen hacer nada de todo ello sería posible.
Como nos recuerda Barudy, un vínculo suficientemente seguro es siempre protector de la salud mental de niños y adolescentes. Más, incluso, que otros facto[1]res como son la pobreza o las dificultades sociales. Un vínculo suficientemente seguro entre una madre o un padre y sus hijos, así como una parentalidad en la que prevalezcan las conductas de cuidado, afecto y protección son, nadie lo dude, factores de inmensa potencialidad protectora. Prevengamos, pues, antes de que se haga demasiado tarde.
Javier Ortega Allué
Director de Mosaico