
En este número
- EDITORIAL
- CARTA DEL PRESIDENTE
- NOTICIAS DE LAS ASOCIACIONES
- AGENDA DE ACTIVIDADES
- Comprendiendo el autismo a través de la terapia familiar: ¿tenemos algo que hacer y que decir? Guillermo Pírez Mora y Eva Ma Garcés Trullenque
MONOGRÁFICO VÍNCULO DE APEGO Y TERAPIA FAMILIAR
- Introducción al monográfico. Ma Jesús Boticario Galavís
- Apego, desapego y dependencia. Jesús García Alba
- Apego y maltrato. Marta de Prado García
- Apego adulto y comorbilidad psiquiátrica en pacientes alcohólicos. A propósito de un estudio exploratorio. Crespo Linares, M. M., Girón García, S., Martínez Delgado, J. M., O’Ferall González, C.
- Las raíces biológicas del apego. Francisco Derqui
- Facilitando el apego en el nacimiento. Favoreciendo un apego temprano con apoyo. Fabiola Cortés-Funes Urquijo
Y MÁS
- Clases caleidoscópicas: una experiencia de indagación apreciativa en la escuela. Dácil J. Baute Hidalgo et al.
- La terapia familiar en el sistema nacional de salud: el lado bueno de las cosas. José Luis Rodríguez-Arias Palomo
- Cuando el incesto libera. Un caso clínico comentado. Julia Hernández Reyna y Cristino Gómez Naranjo
- Avance editorial: Prácticas Alienadoras Familiares. El síndrome de Alineación Parental reformulado. Juan Luis Linares
- Recensiones
Editorial
Parece mentira que la psicología y otras disciplinas afines, que tienen al ser humano como centro de sus preocupadas reflexiones, hayan tardado tanto tiempo en reconocer –y lo hayan olvidado también con tanta frecuencia- la naturaleza relacional del hombre. Conviene, pues, que se nos siga recordando que si algo hay de natural en nosotros sea, principalmente, esa naturaleza relacional que nos humaniza.
Freud hablaba del amor y el trabajo como condiciones esenciales de la felicidad humana y, por ende, de la salud y el bienestar. Ambas, actividades, que se hacen hacia y desde los demás, confirman, si ello fuera aún preciso, la necesidad que los seres humanos tenemos establecer vínculos de apego y relaciones significativas, esto es,
amorosas.
Como señala Bowlby, es la familia ese lugar privilegiado en que tales vínculos relacionales se crean y experimentan. No el único, pero sí el principal. Es en su nicho profundo que aprendemos a esbozar el mapa con que nos orientaremos en el mundo y es allí donde se generan los primeros patrones de adaptación y supervivencia no instintivos; aquellos que, grabados en nuestro cerebro, tejerán la urdimbre de afectos y creencias con que nos hacemos visibles a los ojos ajenos, la base segura de nuestras capacidades y competencias, también nuestra íntimas fragilidades. Como nos recordaba Rof Carballo, la inmadurez genética del cerebro está ya determinada a estructurarse con las relaciones, pues el cerebro es un órgano que ha de servir al organismo para adaptarse al mundo externo y a las circunstancias culturales concretas que a cada individuo le tocan vivir. No es, pues, una banalidad dedicar un tiempo a la reflexión sobre la naturaleza vincular del ser humano, como nos proponen los autores del monográfico que presentamos en este número de MOSAICO.
No estaría de más completar estas reflexiones haciendo una somera indicación de la cualidad terapéutica del encuentro, que está en la base de nuestro trabajo profesional y en la naturaleza de los vínculos que nos constituyeron. El viejo arte de curar por medio de las palabras, del que hablaban los clásicos, nos lleva a indagar qué sea aquello que se produce en el encuentro terapéutico que acabará ayudando a los otros a so-
portar el sufrimiento y a vivir una vida más plena y capaz. Es difícil no ver en la terapia ese espacio generador de seguridad, donde las personas se abren a la mirada ajena para descubrirse a sí mismos en el contexto del prójimo, y se atreven a mostrar lo que nunca se dijo, lo que quedó silenciado, aquello a lo que el terapeuta ayuda a que sea puesto en palabras y conjurado, sugerido o manifestado con claridad. Trabajamos con intangibles y trabajamos en la incertidumbre, pero en la dirección de recrear, de dar poder, de restituir la palabra a quienes son sus auténticos dueños: la palabra que les explica y les ofrece el bálsamo de un sentido.
Sobre todas estas cosas, y otras parecidas, debe el terapeuta haber reflexionado alguna vez, más allá de las técnicas que aplicará con rigor profesional. Y ello, sobre todo, porque los terapeutas no son expendedores de magia, como tampoco gestores de culpa. La terapia habla el lenguaje de la competencia, el perdón, la aceptación y la revinculación.
Javier Ortega Allué
Director de Mosaico