
En este número
- EDITORIAL
- NOTICIAS DE LA FEATF
- NOTICIAS DE LA EFTA
- CRÓNICA DICTIA-IKAS
- NOTICIAS DE LAS ASOCIACIONES
- AGENDA DE ACTIVIDADES
- ARTÍCULOS ORIGINALES:
- Salvador Minuchin
- Teodoro Herranz
- Luz Eguiluz e Iris Xóchitl
- MONOGRÁFICO: Mediación Familiar
- RITS
- TERAPEUTAS EN LA RED
- ENTREVISTA A J.K. ZEIG
- ESTUDIO DE UN CASO
- ESTA ES MI ASOCIACIÓN
- RESEÑA DE LIBROS
Editorial
La mediación está de moda. La mediación está adquiriendo el cariz de una palabra mágica, que nos confronta con el deseo de que allí donde había conflicto y violencia a consecuencia de dos partes enfrentadas, aparezca la paz. Es una palabra bonita que nos remite a la situación ideal de la ausencia de conflicto. La mediación, como recurso para ayudar a buscar acuerdos a las partes en conflicto, ha existido siempre y se ha utilizado en los diversos campos, distintos y ajenos a la psicoterapia. Por ejemplo, las mediaciones entre países con conflictos políticos para evitar guerras o escaladas de violencia, o las mediaciones con empresas para evitar descalabros económicos.
Recientemente, en FEUU, las multinacionales del tabaco y las asociaciones antitabaco, están negociando acuerdos sobre las indemnizaciones por enfermedades producidas por el tabaco. A los sistémicos, que procedemos del campo de la terapia familiar, todo este tipo de con textos nos han quedado un poco lejos.
Aunque la distancia y el pensamiento circular también nos han permitido comprender situaciones sociales y políticas. Pero lo que si nos resulta más cercano son aquellas situaciones que se producen en los procesos de separación y divorcio. Parejas que, estando separadas, tienen dificultades para llegar a acuerdos sobre cómo seguir siendo familia, cómo mantener la parentalidad, cómo desarrollar una organización familiar que favorezca y estimule las relaciones paternofiliales y, un intercambio funcional entre los padres, sin que este sea distorsionado por los sentimientos característicos de una separación conyugal: rabia, resentimiento, abandono, etc.
Decimos que los terapeutas de familia conocemos estas realidades y su complejidad, pero cuando una pareja decide separarse, tradicionalmente, acude a un abogado, o bien para hacer un mutuo acuerdo, o bien para iniciar una batalla con su cónyuge, a través de un contencioso. En otros países, donde las separaciones y divorcios son más frecuentes, la mediación ha estado más presente. En EEUU y en el norte Europeo, más del 40% de los jóvenes adolescentes viven en familias monoparentales o reconstituidas.
En España, las asociaciones de padres separados, que han proliferado por todo el estado, trabajan activamente para que se modifique Ia ley del divorcio, que ha quedado obsoleta. Estas asociaciones reivindican la mediación y la custodia compartida como puntos fundamentales. Actualmente, en los distintos toros que se habla de mediación en los procesos de separación y divorcio (como toda cosa que empieza a desarrollarse), se suscita el debate sobre: qué es la mediación, quién es el mediador y qué formación ha de tener. Si la mediación, como medida de protección al menor, debe ser una práctica obligada para las parejas que se separan y tienen hijos menores de 16 años, como en la mayoría de los países Escandinavos. Si la mediación, como tal y para que las partes puedan llegar a acuerdos, solo puede ser un proceso voluntario. Si la práctica de la mediación va a estar sujeta a protocolos o programas de intervención definidos de manera rígida, flexibles, adaptados a un diagnóstico de la situación.
Quién va a realizar las mediaciones, abogados o equipos multidisciplinares, con qué formación, dentro o fuera de los juzgados, etc. Desde el campo de la mediación hay un movimiento generalizado para definir esta como un proceso para ayudar a las parejas a tomar acuerdos, diferenciándolo de lo que puede ser la práctica de la abogacía y de la psicoterapia.
Desde el abordaje sistémico, nosotros pensamos que la mediación se sitúa como un recurso más dentro de un continuo de posibles intervenciones, que van desde la práctica más psicoterapéutica en un contexto clínico, a una intervención de asesoramiento en un contexto no clínico. Pero no por ello deja de ser sistémica. Lo importante es que previo a la intervención haya una lectura comprensiva de la petición conectada al sistema demandante, sobre la que se construya una intervención capaz de generar cambio. Entendiendo por cambio, en esta situación de conflicto, la capacidad de llegar a acuerdos.
En fechas recientes han surgido distintos programas de formación en mediación. Que nosotros conozcamos, al menos cuatro parten un abordaje sistémico en, Barcelona, Madrid, Asturias y País Vasco, organizados por profesionales de nuestra Federación.
Desde nuestro punto de vista, en la situación actual, que la mediación está tomando auge, como profesionales interesados en lo genérico de la familia, y estudiosos de la complejidad que encierran sus relaciones, no podemos quedarnos al margen de este devenir. Y estamos convencidos que de la misma manera que la práctica de la mediación se puede enriquecer substancialmente de la epistemología sistémica y la terapia de familia, también para los terapeutas de pareja y familia es de gran utilidad el conocimiento de las técnicas de la mediación y negociación.
Para poner de relieve este tema y poder presentar algunas opiniones cualificadas sobre la mediación y su enfoque sistémico, hemos dedicado este número de MOSAICO que esperamos sea de vuestro interés.