
En este número
- EDITORIAL
- NOTICIAS DE LA FEDERACIÓN
- NOTICIAS DE LAS ASOCIACIONES
- AGENDA DE ACTIVIDADES
- MONOGRÁFICO DEL CONGRESO
- ENTREVISTA: BRAULIO MONTALVO
- UN TEMA DE DEBATE
- BUZÓN DEL LECTOR
- PASATIEMPOS
- ESTUDIO DE UN CASO
- ESTA ES MI ASOCIACIÓN
- RESEÑA DE LIBROS Y REVISTAS
Editorial
No hay la menor duda de que la psicoterapia, y con ella (o en ella) la terapia familiar, es un terreno abonado a la arbitrariedad y hasta a la fullería. Se ha abusado tanto del «yo lo vivo así» como supuesta legitimación de toda clase de improvisaciones, que no es difícil acordar la necesidad de establecer filtros depuradores de ese tipo de fenómenos.
Y si es de desear que la seriedad se imponga en la práctica clínica, otro tanto cabe decir de los espacios en los que esta debe cristalizar y decantarse para asegurar su transmisibilidad: la formación y la investigación. Por eso los congresos constituyen un buen mirador desde donde explorar el «estado de la cuestión». En nuestro caso, la madurez alcanzada por la terapia familiar española.
El reciente XVI Congreso de la FEATF en Las Palmas ha supuesto un claro aumento del número de participantes (apreciación objetiva) y una mejoría del nivel y de la calidad de las aportaciones), pero nada de ello permite echar las campanas al vuelo.
Nuestra producción sigue siendo modesta en comparación con las de nuestro entorno cultural. Es, pues, coherente que una comisión evaluadora declare desierto el premio de comunicaciones y talleres.
Nada que objetar. ¡Que la decisión se convierta en un obstáculo a la autocomplacencia!. El hecho permite, no obstante, reflexionar sobre el rigor, o sobre algunas de las interpretaciones que de él se manejan, asociadas a veces a conocidos argumentos de autoridad: «los expertos opinan que… «, «la más reciente bibliografía demuestra que…», «no aparece una sola mención en las revistas de impacto…».
Entendámonos. La metodología científica es absolutamente respetable y necesaria, pero también es… compleja, al igual que la realidad. Por eso no escapa a la exploración sesgada, a las aproximaciones inevitablemente parciales. Que nadie piense, pues, ante cualquier contundente argumento metodológico, que se trate de la expresión del oráculo de algún Dios de la ciencia. Se trata, ni más ni menos, de una valoración subjetiva susceptible de alcanzar la arbitrariedad del «yo lo vivo así».
Rigor es una palabra dura. Comparte etimología con rigidez y conserva su origen latino en el término tanatológico «rigor mortis». Aplicado a la terapia familiar, puede inclinarse hacia esa inquietante acepción si no reconoce el subjetivismo y pone trabas a la creatividad. Pero también puede hacerse estratégico, que es una de las formas de asumir la complejidad, y contribuir decisivamente al enriquecimiento del campo. Estaremos, entonces, ante un rigor auténticamente psicoterapéutico.
La reciente aprobación por la Asamblea de la Federación de la Periodicidad Bienal para los Congresos Nacionales, unido a las especiales características del XVII Congreso de Barcelona, nos proporciona una excede oportunidad, con tiempo por delante, para profundizar y ampliar un debate que desde hace algún tiempo viene gestándose en los diversos foros de encuentro de la T.F: ¿Qué modelo queremos para el Congreso Nacional de Terapia Familiar?
Podemos recordar que la historia de los Congresos comenzó en 1981 como una reunión de Profesionales que trabajaban en Terapia Familiar para intercambiar sus conocimientos y, sobre todo, su experiencia en el trabajo con familias. Siguiendo el modelo de los encuentros francófonos de Lyon, la asistencia era por rigurosa invita y naturalmente, el grupo era bastante reducido. Progresivamente, conforme se fue expandiendo la Terapia Familiar, la asistencia fue aumentando, pero continuaba la estructura de debate e intercambio entre los participantes, aunque lógicamente, con la aparición de los «asistentes» o participantes pasivos. No fue hasta 1986, que en las VII Jornadas en Madrid, se invitó a un Ponente extranjero: tal honor correspondió a Mauricio Viaro, que sin saberlo, propició el comienzo de un cambio en el Modelo de Jornadas/Congresos.
Desde entonces, el incremento de asistentes ha sido constante; sin embargo, el de participantes no ha corrido la misma suerte, y proporcionalmente han ido disminuyendo respecto a los asistentes. Quizá como fin de este recorrido nos encontramos con el XVI Congreso de Las Palmas, del que se ocupa este Monográfico, un éxito en cuanto a asistencia, pero con la menor proporción de participación de los efectuados hasta ahora, y con un modelo organizativo centrado en ponentes.
Tanto camino ha recorrido nuestro modelo de Jornadas/Congreso, que desde el comienzo del simple intercambio, «cuéntame lo que haces», se ha llegado a la circunstancia de que en el último Congreso, se ha dejado desierto un premio convocado a «la mejor comunicación» porque el tribunal estimó que las presentadas no reunían la calidad suficiente.
Aprovechando la circunstancia temporal señalada anteriormente, Mosaico quiere en este monográfico dedicado precisamente a uno de ellos, abrir un debate sobre qué modelo de Congreso queremos: Participativo, Didáctico, o un poco de todo. ¿Queremos saber lo que se hace o escuchar comunicaciones académicas? ¿Queremos que la Federación tenga una intervención decisoria sobre la organización o debemos dejar esa responsabilidad en manos de las Organizaciones locales? ¿Queremos un Congreso que sea un lugar de encuentro y reflexión, o bien un modelo centrado en ponentes de reconocida valía?. Y muchas otras preguntas que encontraréis en la Sección de Tema para Debate, y que esperamos que vayáis contestando en vuestras colaboraciones.